Llevamos una rachita en la Playa que vamos... parece ser que hemos inaugurado el sitio de referencia para recogerlos a todos.
Tenemos uno con barbas que iba amenzando por los bares, le daban comida y luego, en lugar de comérsela, la tiraba en la puerta de los otros bares. Decía que era porque le "daba premio": que se cagaba, vamos.
Al poco de salir aquel escopeteado apareció Jesucristo SuperStar con acento ¿irlandés? y un rosario al cuello. Este sólo pedía agua y dentro de lo malo, era educado. O casi. Se sentaba en las barras del pueblo esperando a que los consumidores se fueran y entonces se levantaba y se acababa los culines de cualquier cosa que hubieran tomado: lo mismo te mezclaba cerveza con café, que agua y batidos.
Ahora he descubierto a uno nuevo, aunque no sé hasta que punto es el primero del que hablo, con menos barba y otra ropa. Eso querría decir que lo metieron en algún sitio, lo higienizaron un poco y lo han vuelto a soltar.
Yo no soy ninguna monjita de la caridad y mi empatía es casi mínima, pero procuro respetar a todo el mundo. Me jode que venga uno, porque eso significa que a partir de ahora vendrán cientos (en menos de un mes he visto a 3 habituales y otros dos de paso durante algunos días). Si al menos fueran el mendigo clásico... pero es que ni eso, estos de educación saben nada y de pedir, menos aún. Estos son los mendigos de nueva generación.
Cuento esto porque he tenido que levantarme de la cama a a las seis, de malas formas y maneras, porque "el barbas" la estaba liando gorda. Sentado en los bancos de la ermita del frontón le contaba sus pesares a una piedra de un tamaño consierable que ha terminado arrojando contra la fachada (supongo que como no le respondía, se ha cabreado). Al rato se ha liado a patadas con varios coches; el mío no estaba entre ellos, pero me da igual. Le he dado un "eh!" cohibido desde la ventana, no por miedo, sino por no querer molestar al resto de vecinos.
Luego mi chica ha intentado irse a trabajar, como cada día y bajar hasta el coche, que lo tengo en una plaza de garaje bajo el Apart-Hotel. Primero la estuvo jodiendo en la puerta para que no saldría del garaje, así que se ha ido corriendo por la puerta de atrás. Ha bajado apuradísima y asustada hasta el coche y con los nervios, en vez de hacer lo que tenía que hacer, lo ha dejado aparcado en el callejón del frontón y ha subido a casa aprovechando que el tolai este estaba increpando a otra mujer, esta vez más madurita, que paseaba un perrito por la zona de la fuente.
Mi media naranja me ha pedido que bajara con ella, para acompañarla a coger el coche e irse a trabajar y de paso, que bajara yo al perro, que ella no se atrevía. Mucho la ha tenido que asustar el zagal para que me pida que baje... bajé con el perro, que está bien educado y me conoce de sobra para que con un solo chasquido de dedos y un "stain, fuzz y a la orden" entienda que algo malo pasa y que no va de paseo, sino de escolta. No había rastro de él, aunque me pegué una vuelta por detrás de la ermita y la fuente, por si las moscas. Al final mi chavala cogió el coche y se marchó, hacia la cuesta y no hacia la campsa, la dije, por si al tiparraco este le da por tirarsete al coche y liartela parda.
Al mismo tiempo que mi chica se ponía el cinto llegaba la ertzaintza. Alguien les habrá avisado, digo yo, porque venían a buscar al tío en concreto. Se dieron un paseo y mientras miraban los cartones y la mierda que había dejado por el suelo, me dí cuenta que el pavo estaba rebuscando en la basura del aparcamiento, el grande. No dije ni mu, que tampoco ellos hicieron ademán de preguntar nada y de los maderos me fío aún menos que del vagabundo... y al marcharse hacia Muskiz lo vieron y pararon allí.
¡A lo mejor se lo llevan y deja de liarse a patadas con los coches y acosar niñas! Pero no, que va. Charlita de turno, llamadita a la central "no, dejadlo chavales... que por eso no vamos a sacar tajada; ni es famoso ni lleva coca, así que no hay negocio... que se jodan. O mejor, que lo metan como animal autoctono en la euskal jaia".
Y así estamos, señores. Con un auténtico hijo de puta colgado campando a sus anchas por nuestro pueblo. Luego se preguntan los políticamente correctos, caritativos y amables mis motivos para ponerme rojo y apretar los puños cuando me cruzo con uno (será porque he tenido que vermelas con más de uno en Barna y Lugo). Pero si vienen los uniformados y lo dejan aquí, a sabiendas yo de que ya ha estado dañando y puteando, ¿cómo no cabrearme?
Lo digo por dos cosas: primero, para que todo el pueblo lo sepa y esté al tanto, no sea que tengan alguna cosa de valor o familia, o niños... o peor, niñas muy bonitas y crecidas, que este cabrón ponga el ojo en ellas y se arme, que pintas y ganas tiene. Y segundo, porque vista la efectividad -no me sorprende- de los cipayos no vamos a tener solución contra sus fechorías. Bueno, yo sí la tengo, y es el hecho de que me importe una mierda si se pasa de la raya mandarlo un tiempo a vivir al hospital.
Pero seguro que hay soluciones mejores. ¿Se os ocurre alguna? Es que a mí la sangre me llama mucho y me ciego.