Gracias Teresa por hacer que naciera en un sitio tan precioso.
Os contaré una de mis historias:
Cuando hace unos años, entre 1996 y 2002, viví mi última etapa de alguero (recolector o recogedor de algas), en compañía de Angélica y con la ayuda frecuente de Julián, llegué a vivir tan intensamente lo de las algas que soñaba con ellas, incluso. (Yo casi nunca sé si sueño).
Una noche me desperté soñando que salían las algas. Creo que fue porque mi querido amigo Carlos "Naparrilla" me dijo por la tarde que era muy probable que salieran por la noche cuando empezase a bajar la mar. Me levanté, me vestí corriendo y bajé a la playa ilusionado y con miedo a la oscuridad, como siempre..
Fui hasta la zona de El Vivero, por las piedras y no vi ni rastro. Me senté unos minutos pensando en que si conseguíamos sacar dinero suficiente nos compraríamos el Opel Astra algún día. Y me vine para casa, pero al llegar enfrente de Peñas Primeras empecé a ver el brillo de las algas sobre la superficie del agua. De repente, como enviadas por Dios, empezaron a quedarse en la arena y entre las piedras y comencé a amontonarlas. No bajé herramientas y lo hice con las manos. Salieron y salieron y no paraba de amontonar con mis manos...... era como una carrera contrarreloj. La algas son así.
Estuve tres horas hasta que ya no quedaban más. Empezó a llover y me calé entero pero subí para casa muy feliz, como un niño al que Julen Guerrero le firma un balón, porque había "metido la marea". Era un sueño desde que era niño. En kilos ya no lo recuerdo pero, para mis posibilidades, fue una marea majilla. Raramente, nadie bajó aquella noche a por algas. Se lo debo a Carlos; él siempe cogía muchas algas pero siempre me daba buenos consejos para que yo también cogiera. Esa es la gente que se merece mi respeto: noble y con raza.
Al pasar por lo que ahora es el Hondartza (antes Salvavidas), me invitaron a un café calentito a eso de las 6 de la mañana, creo recordar. Cuando llegué a casa con las manos llenas de heridas de las piedras y casi todas la uñas rotas me sentía feliz y se lo conté a mi rubia como quien cuenta una aventura única.
Si hubiera nacido en otro pueblo no podría contaros estas pequeñas historias.
Yo no digo que amo mi pueblo, yo amo profundamente mi pueblo y su buena gente, como Carlos.